Francisco Santolo: "Hay que transmitir la pasión por aprender"

Colegio Nacional de Buenos Aires
Junio 2021

Francisco Santolo (graduado CNBA, de la promoción 2001) hizo su emprendimiento de enseñar a otros a emprender. Tras estudiar Economía y completar algunos innovadores programas de negocios en Harvard, Stanford y MIT, entre otros, dejó su carrera corporativa y en 2016 se lanzó con Scalabl, su aceleradora de startups. Hoy opera en más de 20 países con una comunidad internacional de más de 1500 emprendedores.

En esta entrevista nos habla del nomadismo digital post-pandemia, de los cambios en la educación y de cómo la palabra “networking” le cambió la vida.

¿Cómo se vive trabajando en forma nómade y cómo hicieron en Scalabl cuando la pandemia impidió viajar?

Desde 2018 vivo en forma nómade, moviéndome entre los más de 20 países donde operamos con Scalabl. Cuando empezó la pandemia, quedé atrapado en Argentina varios meses y ahora me moví a Panamá. En nuestra organización veníamos haciendo cursos en vivo, y apenas comenzó el covid, decidimos mandar a todos a casa a trabajar, incluso desde antes de que se mencionara la idea a nivel masivo. No despedimos a nadie. Cancelamos la estructura enorme que teníamos preparada en varios países y nos reconvertimos al aprendizaje online. Funcionó realmente muy bien.

¿La pandemia va a ser un punto de inflexión para el trabajo remoto?

Esta pandemia acelera un futuro que estaba bastante claro: trabajar sin necesidad de tener una oficina, que trae complicaciones como los costos fijos. Nosotros, por ejemplo, teníamos un equipo que estaba siempre en remoto, más allá de que estuvieran juntos en una oficina o no. Teníamos 6, 7 u  8 espacios, pero se iba sólo si había reuniones, por lo que fue bastante simple y natural enviarlos a casa. También tenemos cientos de graduados de distintos países y hacer eventos presenciales siempre era difícil. Ahora abrimos zoom y nos encontramos todos. Los empresarios están empezando a darse cuenta de estas cosas.

En realidad, las herramientas ya estaban, ¿no?

Totalmente. Ya existía Google Drive, la posibilidad de trabajar en documentos en vivo, teníamos varios programas de videollamadas… todo estaba inventado, pero simplemente no estábamos acostumbrados a usarlo así, como sociedad. Hoy todo se tiene que reinventar: la gente se está yendo a vivir al campo, con internet, y la economía se está volviendo más horizontal, más comunitaria y menos corporativa. Es divertido ver lo que viene, aunque como siempre, cada contingencia hace que algunos pierdan y otros ganen. Hay que reinventarse.

¿Cómo definís la escalabilidad y cómo fue que viste que podías hacer de eso tu emprendimiento, tu propia compañía?

Estuve más de 10 años en una carrera corporativa y trabajé 9 años en Natura, una empresa maravillosa. Pero fue en 2013, cuando hice un curso en Estados Unidos, que me hablaron del networking y fue transformador. Me resultó un concepto tan poderoso, que empecé a salir a tomar un café por día con amigos, conocidos, y a ofrecer ayuda, a preguntar “¿qué puedo hacer por vos con lo que yo sé?”. Lo hacía gratis, con las herramientas innovadoras que estaba aprendiendo en un curso de Stanford. Y realmente el efecto fue multiplicador: apareció un amigo que quería valuar su empresa, otro conocido que quería vender su producto, y así empecé. Con el tiempo, las cosas funcionaban, y me ofrecieron una parte de esas empresas para que los siguiera ayudando periódicamente. Ahí fue cuando me di cuenta que podía renunciar a mi trabajo y dedicarme a asesorar a otros emprendedores. Así nació la idea y se materializó algunos años después en Scalabl, luego de pasar por otro trabajo en Dubai que me enseñó muchísimo.

¿Por qué fue tan transformador el networking?

Cuando aprendés a relacionarse con el resto de las personas, todo empieza a darse de forma casi mágica. En vez de intentar lograr todo en la vida solo, hay que entender el propósito de lo que uno hace y buscar conectarse con los demás, porque el otro puede tener aquello que necesitás y vos podés ofrecer algo que él necesita. Hay que darle valor al otro, conocerlo.

¿Qué aprendiste estudiando afuera que es diferente acá?

El nivel académico no sentí que fuera muy diferente. Es cierto que en Estados Unidos te enseñan quienes escribieron los libros, que nosotros leemos para estudiar. Pero la diferencia principal no va por el lado intelectual. Allá hay una cultura del aprender que es muy de relaciones: termina la clase de un posgrado y no se vuelven todos rápido a sus casas. Allá toca la campana y hay un cóctel, está todo armado para que tengas que interactuar, cruzarte con otros, tejer redes de relaciones. Incluso los profesores se relacionan con los alumnos de igual a igual. También hay mucha diversidad cultural en las universidades.

Fuiste emprendedor desde muy chico, cuando estabas todavía en el secundario. Contanos algo de eso. ¿El Colegio tuvo alguna influencia en tu carrera posterior? ¿Sentís que te sirvió en algo haber ido al CNBA?

Siento que la formación intelectual en el Colegio y la exigencia es brutal. No es para mandar a un chico que no tiene una contención emocional en casa, porque puede ser difícil. Tengo recuerdos y compañeros maravillosos, además de que la experiencia de ser tan independiente desde tan pronto está buenísima. Por todo eso, la facultad me fue fácil. Sin embargo, me llevó tiempo empezar a disfrutar estudiar. Recién fue cuando hacía la maestría y vi que podía aplicarlo todo eso en algo concreto. Hoy estudio como un maniático.

Tenés una formación fuerte en las áreas que más faltan en los colegios, como tecnología o emprendedurismo. ¿Qué pensás que hace falta en la educación hoy?

Simplemente, transmitir la pasión por aprender. Hoy, para aprender, casi que no necesitás ir al colegio, tenés todo al alcance de la mano. Por eso, hay que dejar de exigir a los alumnos estudiar de memoria. Hay que apasionarse por aprender, estar inquieto y entender que todo sirve. Además, creo que nos deberían enseñar a relacionarnos con los demás, a no tener miedo a lo desconocido. Nos tienen que acompañar en la parte emocional.

¿Qué le recomendás a alguien de 17-18 años que tiene una idea para emprender?

Le diría que “emprender” significa “hacer posible” algo. No es solamente armar una empresa. Emprender no es como se suele pensar, armar una app. Se puede emprender armando una banda de música, armando muebles, sacando fotos, escribiendo poesías que se vendan por internet. Los pibes tienen pasiones. 

También les diría que la carrera no es lo único: que hagan una carrera universitaria pero que aprovechen esa etapa como de transición. Hoy en día hay contenidos desactualizados en la universidad, y es cada vez menos útil, pero si la salteás sigue siendo un riesgo. Así que, les diría: no desaprovechen el tiempo, hagan una carrera corta si quieren e investiguen cursos aparte, dedíquense a otros hobbies, a “hackear” el sistema. 

Finalmente, ¿cuál es tu propósito?

Construir comunidades de gente de bien que sepa que puede lograr lo que quiere sin necesidad de muchos recursos, al estar conectados con las personas. Respetando la diferencia, no siendo violentos ni dañando. El futuro que viene -y los jóvenes ya lo ven- tiene que ver con la colaboración. Dediquémonos a cuidar el planeta y a cuidarnos.

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